Era tarde y tan solo
pensaba en regresar a casa, las nubes grises que hoy aparecían sobre el cielo
normalmente pálido, hacían que se tornara un ambiente con sabor a
nostalgia pero también de alegría, por
lo menos así lo fue en mi caso. ¿Qué podía hacer? Sentir las gotas de lluvia
caer sobre mi solo despiertan ese niño que jugueteaba sin preocupaciones
mientras aún era joven.
Hoy fue diferente,
paré el auto y me bajé de él mientras aún tenía esa chispa dentro de mí con
ganas de salir, extendí mis manos y cerré los ojos, quería sentir cada beso que
el cielo me daba y no quería desaprovechar esta oportunidad.
La gente me miraba
raro y con gestos rechazaban lo que yo hacía, tal vez era envidia de no tener
las agallas de hacer lo que yo, o simplemente me creían un crío bisoño como
muchos más.
Por ahora disfrutar
del momento y recordar cómo solía perderme entre tal escenario, con mis amigos
y mis convicciones de ser feliz sobre todas las cosas, era lo que yo quería
revivir e invocar en este valioso momento.
Tal vez fuera una
estupidez para muchos y para otros simplemente un acto sin importancia, gente
que sonríe y entre dientes blasfeman u honorifican el momento. Quien quiera
será bienvenido a mi faena.
Vamos a jugar rondas
y sentir la adrenalina de perder el juego que entre cantos se ensayaba. Vamos a
vivir la segunda infancia una vez más y sonriamos por más mal que estemos.
Tenemos mucho motivos para ser felices y actuar como niños nos hará olvidar
esas malas pasadas, nos hará valer las cosas buenas y pequeñas de la vida que
en realidad son las que nos llenan.
Como cada gota de
lluvia que viene y va que se une a sus compañeras y al final forman grandes
corrientes de agua y se llevan todo a su paso. Así deberían ser nuestros
logros, así mismo cada enseñanza que nos da la vida: En vez de dar vueltas y
vueltas al asunto, simplemente ponerlo todo a nuestro favor, sacarle el lado
bueno y mostrarle a quienes critican, juzgan y reconvienen lo buenos que
podemos ser.
Emparamado regreso a
mi coche y sin importar mojarlo todo – ya que sabía que mañana quizá lo
lamentaría con un resfriado y un par de daños menores – tomo de nuevo la ruta a
casa y con una gran sonrisa en el rostro tomo de nuevo fuerzas para lo que
venga. Placeres como estos debería darme en el día a día mientras los problemas
se enfurecen de no atenderlos con la frialdad del asunto.
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